En Colombia se le llama “cangrejear” al acto de
caminar para atrás. Uno “cangrejea” cuando vuelve con un ex o cuando se
reencuentra con amantes del pasado, cuando hace cosas que había hecho antes y
que, muy seguramente, no debería volver a hacer. Pues en ese sentido mi 2016
fue el año del cangrejeo, el año del cangrejo.
Desde el comienzo del año me dejé llevar por la
fascinación del pasado y eso me trajo tanto cosas buenas como cosas no tan
buenas. Lo primero que hice este año, después del éxito del 2015 fue regresar a
continuar investigando sobre el barrio Santa Fe. Después de haberle otorgado a
ese lugar y a Wilson Manríquez casi dos años enteros de investigación,
entrevistas y recorridos y de haber publicado la crónica de la chaza y
el chocho, volví allí. Esta vez volví con William, con Alejandro y con la
Mona para seguir mirando. En 2016 hicimos recorridos fotográficos al amanecer,
visitamos casas viejas, apartamentos nuevos, solares, tiendas, restaurantes,
calles y –a pesar del cansancio– seguimos impulsados haciendo arte o algo que
pensamos que se le parece mucho. En 2016 Alejo, William y yo revisitamos
nuestra vieja relación de arte/negocios llamada Colectivo Herramientas
Audiovisuales Pedagógicas y por eso desde finales del 2015 existe Sin
Sala, el espacio en el que jugamos a ser artistas y gestores. Nada mejor que
eso.