Después de ver el corto de
Marco Berger sobre el que escribí anoche, terminé de ver la película 5. Aunque la película me
pareció bastante buena, me dejó más pensando en la filmografía de
Berger. Esta noche traigo otro de sus cortos, El reloj, de 2008
anterior a su película Plan B.
Aquí el director argentino introduce varias de las situaciones que explora más a profundidad en la película: las conversaciones intimas casi improvisadas, los momentos eternos con la cámara quieta, los hombres pasando tiempo juntos en situaciones en las que cruzan los límites de la confianza, la ruptura de los límites de la heterosexualidad masculina, la falta de categorización y de discurso sobre la sexualidad, las situaciones en apariencia ingenuas, los chicos casi sin ropa durmiendo juntos y la incomodidad del gusto.
Uno de las características que a mí más me atraen de la producción que he visto de Berger es que sus personajes no se revelan gays o heterosexuales a través de los diálogos, no hablan sobre lo que quieren ni revelan sus intenciones. Los personajes actúan, son tímidos o extrovertidos. En El reloj, por ejemplo, los dos chicos no dicen nada, pero terminan acostados en la cama, en esa manera típica de las noches o tardes de verano que tanto le gustan a Berger. Los efebos en calzoncillos simplemente retozan envueltos en una tensión sexual, incluso dramática. Pero al final esa falta de lenguaje y de las acciones sexuales concretas abren un camino a la indefinición que hace que los cortos y las peliculas de Berger sean tan atractivos.
Aquí, como en Platero, el calor y el sueño son una excusa para que los jóvenes se quiten la ropa e inocentes se acuesten sobre las cobijas. Lo hacen sin esfuerzo, sin vergüenza, se acercan, se alejan, se observan de reojo.
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