lunes, 18 de junio de 2018

El brillo de la perla


Vi una persona conocida hoy en la calle. Me puse alerta porque reconocí esos ojos azules y ese pelo castaño claro. Hace rato que algo así no me pasaba. La sorpresa. Los ojos me vieron y me recordaron, pero no me reconocieron. No me detuve. Seguí caminando. Intenté recordar el nombre de esos ojos azules y me di la vuelta. Esperé a que la cabeza que flotaba por encima de la chaqueta de jean regresara para saludarme pero no lo hizo.
No importó. Yo sabía que conocía esos ojos azules.
Seguí caminando al trabajo. Me sentía emocionado. No tenía muchas razones lógicas para sentirme así porque mi relación con el dueño de esos ojos azules no es muy extensa. Tal vez me sentí emocionado por ver un rostro familiar en una ciudad en la que no deberían estar. Tan solo una vez tuve esos ojos al frente mío, conversando. Para ser sensato creo que lo que tengo son ganas de sentirme emocionado por algo: el panorama nacional con el resultado de las elecciones y la nueva configuración del gobierno me han dejado drenado. Las peleas familiares por los políticos de turno me sacaron fuertes dolores de cabeza. Quizá yo solo quería ver una cara nueva, o viejo amigo, una sorpresa.
Saqué mi teléfono y busqué el contacto del conocido. Lo encontré por su nombre: Jonatan. Una conversación antigua de WhatsApp salió en la pantalla y le añadí un mensaje nuevo pero no salió mas de una flechita. Seguro Jonatan no estaba en Colombia, al que vi era otro. O por lo menos ese no era ya su número de teléfono.
Abrí Google. Escribí Jonatan y me quedé pensando en que debe haber miles de Jonatans argentinos en Bogotá, si es que está en Bogotá, si es que el caminante era él. ¿Qué más pongo en Google que me arroje una respuesta? Jonatan, argentino, estudiante de cine en Colombia, Buenos Aires. Nada. Jonatan ¿qué? ¿cuál es su apellido? No lo sé, cuando lo conocí no le pregunté su apellido. Guardé su nombre como Jonatan Perla, porque ese era el nombre del lugar en que conversamos.
La primera vez que hablamos me dijo que tenía hambre. Yo tengo arepas si quieres, le dije. Fui hasta donde trabajaba y se las entregué. Estuvimos juntos dos horas. Volvimos a conversar, si, por WhatsApp, pero no lo volví a ver.
¿Cómo encontrarlo? ¿por qué encontrarlo? No sé, no tengo ninguna razón para nada últimamente. Porque en navidad me envió un saludo y envió buenos deseos. Tal vez lo busco por el brillo. Porque cuando lo vi el sol se reflejaba en su cara. Porque quiero conversar con alguien que no me hable de lo mismo, quiero hablar con alguien que tenga historias diferentes a las mismas tragedias de estos días.
Escribí en el buscador de Facebook La perla y le envié un mensaje a quien quiera me pudiera contestar.
Acabo de recibir una notificación en Facebook. Es una solicitud de amistad.