domingo, 22 de julio de 2018

Playa para los demonios


El sábado en la tarde decidí ir a la playa para apaciguar los demonios. Mi cabeza me había estado dando batalla por horas y sentí que tal vez dejar el encierro me daría un poco de tregua. La playa estaba completamente llena y María decía que seguramente eso se debía a que acababan de inaugurar el Hilton a unas pocas cuadras. Pero la gente que estaba en la playa no parecía ser precisamente cliente del Hilton. Además, la presencia de las barcas hacía evidente que las personas estaban siendo llevadas y traídas desde el Rodadero donde, muy posiblemente, no debía caber un solo alma más.

El clima estaba fresco, nublado. La gente se veía contenta bajo el cielo gris y nublado.

Llevé una toalla y me senté en medio de algunos de los grupos de familias en un punto vacío. Mis piernas colgaban sobre una pequeña pendiente que se formaba entre el mar y la arena que se conservaba seca. Era como estar sentado en una anden el agua y la playa.