sábado, 2 de febrero de 2019

El discreto arte de stalkear: el espacio entre las verdades (IV)


Estaba la otra tarde yo conversando con mi amiga Camila y su esposo, Jorge; fui a visitarlos antes de que se acabaran las vacaciones. Tomábamos cafecito con galletas mientras recordábamos anécdotas de compañeros de la universidad o de gente que conocíamos de la vida bajo el solecito en el patio de su casa; eso es lo que hace uno con los amigos de vieja data.

Estábamos conversando de esas charreras cuando recordé el caso de Adriana, esta amiga que tenemos en común en el Facebook. Resulta que a mí se me hace tremendamente divertido leerla porque ella tiene dos hijos, un niño de dos años y medio y una niña de uno. En su cuenta de Facebook Adriana postea con regularidad fotos de sus niñitos y escribe textos cortitos sobre las pequeñas y tiernas aventuras que tiene con ellos. La mayoría de sus relatos son conversaciones que tiene con el niño mayor, intercambios de frases cortas pero significativas que revelan una interacción familiar llena de sentido en las que su hijo logra sorprenderla e incluso a veces cuestionarla.