Estaba la otra tarde yo conversando
con mi amiga Camila y su esposo, Jorge; fui a visitarlos antes de que se
acabaran las vacaciones. Tomábamos cafecito con galletas mientras recordábamos
anécdotas de compañeros de la universidad o de gente que conocíamos de la vida
bajo el solecito en el patio de su casa; eso es lo que hace uno con los amigos
de vieja data.
Estábamos conversando de esas
charreras cuando recordé el caso de Adriana, esta amiga que tenemos en común en
el Facebook. Resulta que a mí se me hace
tremendamente divertido leerla porque ella tiene dos hijos, un niño de dos años
y medio y una niña de uno. En su cuenta de Facebook Adriana postea con regularidad
fotos de sus niñitos y escribe textos cortitos sobre las pequeñas y tiernas
aventuras que tiene con ellos. La mayoría de sus relatos son conversaciones que
tiene con el niño mayor, intercambios de frases cortas pero significativas que
revelan una interacción familiar llena de sentido en las que su hijo logra
sorprenderla e incluso a veces cuestionarla.