viernes, 17 de mayo de 2019

Emociones encontradas


Dante me detesta. Hace algunos días que el felino peludo me ha estado atacando. Lo acaricio, lo consiento, le hablo, lo mimo y el me responde siseando con fuerza. Luego, con su pequeña fuerza de patas blancas se lanza a mis espaldas; intenta, con sigilo, agarrar mis piernas por detrás, me lanza sus minúsculas uñas, quiere golpearme. Tal vez intenta defenderse, aunque no entiendo bien de qué si nada malo le he hecho.

Yo, por mi parte, le he agarrado miedo. He desarrollado pánico a su respuesta agresiva a mi cariño. También me temo que en un par de semanas cuando lo lleven al psicólogo diga que todo es mi culpa. Me atemoriza que afirme que no le he permitido sentirse bien en mi casa, que me culpe por sus desgracias, que atestigüe en mi contra y le afirme a la gente que una noche le lancé un cojín cuando se me lanzó a rayarme la cara.

Temo que, por mi culpa, no encuentre sosiego, que yo no logre comprenderlo, que no podamos tomarnos cariño y que con nosotros no encuentre un hogar. Me da susto eso y que al final, Pamela no pueda continuar su viaje tranquila.

Mamá dice que a veces siente el mismo miedo.

¿quiere saber más de Dante? lea el post anterior

jueves, 16 de mayo de 2019

Palabra por palabra

Durante los últimos dos días Dante ha estado más conectado con mi hermano: lo acompaña por la casa, camina con él, se acuesta a su lado; cuando él no está Dante se acuesta a dormir en su cama y pasa allí la mayoría de horas durmientes del día. En la noche lo acompaña aunque mi hermano se queja de que el gato se para encima de él en la mitad de la noche a maullar y mirar hacia algún punto en la mitad de la nada. 

¿Será que está viendo a Pamela? se pregunta él.  

Cuando converso con mi hermano hablamos seguido de él. Cuando conversamos con otras personas casi siempre hablamos del gato y del accidente. Cualquier cosa se vuelve una excusa para hablar de eso, para narrar una y otra y otra vez los pormenores de lo que sucedió el 13 de abril después de las 11 de la mañana. Tal vez por eso decidí empezar a escribir aquí pequeños apartes acerca de eso.

Con mucha frecuencia puedo escuchar a mamá hablar de aquello por teléfono, dar actualizaciones del estado de salud de mi hermano a familiares y a amigos y actualizarlos cuando algo nuevo sucede, cuando alguien relacionado a lo que pasó nos cuenta su versión. A menudo las personas llegan a casa a visitar y terminamos reunidos todos conversando sobre eso. Nos miran con asombro y con tristeza. Volvemos a contarlo todo, a repetirlo todo, indudablemente lo vivimos de nuevo palabra por palabra. 

(Tuve toda la mañana ideas de lo que quería escribir pero cuando llegué a casa y me senté en el computador no me dieron ganas de escribir nada. Terminé pensando en esto, en la idea de contar y contar una historia cientos de veces conjurando la tragedia, aminorando la desgracia, agradeciendo la infinita bondad y misericordia.)