jueves, 16 de mayo de 2019

Palabra por palabra

Durante los últimos dos días Dante ha estado más conectado con mi hermano: lo acompaña por la casa, camina con él, se acuesta a su lado; cuando él no está Dante se acuesta a dormir en su cama y pasa allí la mayoría de horas durmientes del día. En la noche lo acompaña aunque mi hermano se queja de que el gato se para encima de él en la mitad de la noche a maullar y mirar hacia algún punto en la mitad de la nada. 

¿Será que está viendo a Pamela? se pregunta él.  

Cuando converso con mi hermano hablamos seguido de él. Cuando conversamos con otras personas casi siempre hablamos del gato y del accidente. Cualquier cosa se vuelve una excusa para hablar de eso, para narrar una y otra y otra vez los pormenores de lo que sucedió el 13 de abril después de las 11 de la mañana. Tal vez por eso decidí empezar a escribir aquí pequeños apartes acerca de eso.

Con mucha frecuencia puedo escuchar a mamá hablar de aquello por teléfono, dar actualizaciones del estado de salud de mi hermano a familiares y a amigos y actualizarlos cuando algo nuevo sucede, cuando alguien relacionado a lo que pasó nos cuenta su versión. A menudo las personas llegan a casa a visitar y terminamos reunidos todos conversando sobre eso. Nos miran con asombro y con tristeza. Volvemos a contarlo todo, a repetirlo todo, indudablemente lo vivimos de nuevo palabra por palabra. 

(Tuve toda la mañana ideas de lo que quería escribir pero cuando llegué a casa y me senté en el computador no me dieron ganas de escribir nada. Terminé pensando en esto, en la idea de contar y contar una historia cientos de veces conjurando la tragedia, aminorando la desgracia, agradeciendo la infinita bondad y misericordia.)



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