
Desde que llegué de Inglaterra hace 12
años aprendí que las personas en mi vida tenían una fecha de llegada y una
fecha de salida y que seguramente el periodo entre las dos no sería muy largo.
Comprendí viendo aparecer y desaparecer rostros que a la gente tenía que
quererla con fuerza y hacerla sonreír con intensidad porque más tarde que
temprano iban a desaparecer. Desaparecieron amigos, amantes, familiares,
compañeros. Toda una suerte de personas a quienes no pude retener aunque deseara
que se quedaran a mi lado. Y aprendí a vivir así. Y así me quedé, queriéndolos
y viéndolos partir. Cada vez con menos esperanza y con menos dolor.