La española, de
quien no recuerdo su nombre, me contó que la mayoría de estos
animales son hembras y machos a la vez y que el juego previo suele durar cerca
de 20 minutos. Durante ese tiempo se excitan
usando su dardo calcáreo. Cuando ya están listos para el acto amoroso, los
caracoles se ubican en sentidos opuestos y se penetran uno al otro.
La relación sexual se produce en la noche y suele durar unas
10 o 12 horas. En ese tiempo los caracoles comparten con delicadeza cadenas de
ADN en forma de churros de carbonato cálcico que el otro absorbe en su aparato
reproductor. Allí se disuelve liberando el esperma. Mientras la española me
explicaba todo esto sostenía el cigarrillo con sus labios y juntaba sus manos a
la altura de sus gafas. Mientras hablaba imitaba con sus dedos los plácidos y lentos movimientos que hacen los caracoles por horas tocándose, besándose, baboseándose.