Esa pendejada que llaman amor
Jueves 7, viernes 8 y sábado 9 en el teatro La Quinta Porra (calle 11 # 2-78) a las 8 p.m |
Michelle Lozano Uribe aparece en escena con sus
ojazos negros y su vestido rojo. A su izquierda está Johan David Triviño, un
chico bajito con el pelo cortado al ras y en smoking. A la derecha de Michelle
está Bárbara Sánchez, una mujer de cuarenta y tantos años, como lo dice ella,
de pelo rojo y vestido de lentejuelas también rojo. Entre ellos, sus personajes
y la música surge una conversación. Hablan sobre lo que les gusta, hablan sobre
el amor. Michelle afirma que hay dos cosas que el ser
humano no puede ocultar: “que está borracho y que está enamorado". Parece lógico.
Si, a todos se nos nota que
estamos enamorados, todos nos enamoramos. Todos -sin importar si nos consideramos
lesbianas, heterosexuales, bisexuales, o si somos transexuales o
transgeneristas- tenemos en común el amor y sus señas son evidentes: se nos
dilatan las pupilas, nos ponemos colorados, nerviosos, nos cuesta hablar
y sonreímos y/o lloramos con facilidad.
Bárbara Sánchez,
modela, camina, canta con la misma gracia y con la misma parsimonia de las
grandes damas del cine. Lo hace igual que sus compañeras, las chicas que
trabajan en el barrio Santa Fe. Sin embargo ella se da el lujo de hacerlo
afuera. En la oportunidad en la que la vi fue en la función inaugural de Esa
pendejada que llaman amor, en el teatro R101. Esa noche Barbara se presentó
, junto con Johan, Michelle y Sebastian para el público de chicas que como ella
trabajan en el la zona de alto impacto. La obra llevaba al escenario del arte
el personaje que ella es, su narración, su historia, parte de los secretos que
ella ha escogido para contar fuera del ambiente de la prostitución.
Bárbara camina en el escenario, bajo las luces,
muy cerca del público, con su vestido lujoso y su maquillaje brillante. Canta y
enamora. Sobre sus zapatos de tacón de 18 centímetros y debajo de su pelo rojo
vibrante Barbara es ella misma. No está en un andén en la calle de las trans,
ni en un bar ni una discoteca, ni en una carroza de la Marcha de la Ciudadanía
Plena –el mayor espacio de visibilidad para el colectivo LGBTI de Bogotá– ni en
los centros o lugares exclusivos para personajes como ella. Tal vez ese
sea el detalle mas especial de la obra, que Bárbara y Johan se llevan a si
mismos al escenario, al teatro, fuera de los limites del mundo de la
diversidad; aprenden a actuar para ser ellos mismos, con su música, con sus
historias reales, con canciones, con smoking y maquillaje.
Hubo un momento al final de la obra donde a
Bárbara se le notó el amor. Sus ojos y su tristeza revelaron que está, o que
estuvo enamorada. Sentada en lo que aparenta ser una mesa de juego Bárbara
habló del amor de su vida y una luz tenue, un pensamiento, un vacío hizo que se
le cortara la voz. Dijo que no quería hablar mas del tema. Calló para no nombrar
mas al hombre que había abandonado a su mujer y a su hija por estar con ella,
al hombre que en un principio la amó y que luego empezó a conocer relaciones
nuevas, que le dio malos tratos y mala vida por 18 años hasta que murió. ¿Esa
es la pendejada que llaman amor? ¿es eso lo que buscamos con tanto
ahínco?
La obra es el resultado del esfuerzo hecho por
Bárbara y Johan con sus profesores Michelle y Nicolás con todo el equipo del
Teatro Errante y de la Fundación Transgredir la Indiferencia dirigida por Mercedes
Miranda. Esta semana aún hay oportunidad de verlos para hablar e intentar
responder mas preguntas sobre eso que a todos se nos nota y con lo que tanto
soñamos.
Jueves
7, viernes 8 y sábado 9 en el teatro La Quinta Porra (calle 11 # 2-78) a las 8
p.m
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