viernes, 22 de mayo de 2015

El sexo de los caracoles #relato

Cuando fumaba, y viajaba, buscaba siempre con desespero las salas de fumadores de los aeropuertos. Fue en la de Santiago –un cubo de vidrio donde nos agrupábamos los viciosos asesinos del ambiente– donde conocí a una española que me habló sobre el sexo de los caracoles. La señora estaba en el Comodoro Arturo Merino Benítez, nombre del aeropuerto, de transito porque iba para Ecuador a estudiar los caracoles latinoamericanos. Gracias a una investigación que había realizado unos meses atrás, se ganó una beca que le permitiría pasar seis meses observando lo que ella consideraba como “el mejor sexo del mundo animal”. 


La española, de quien no recuerdo su nombre, me contó que la mayoría de estos animales son hembras y machos a la vez y que el juego previo suele durar cerca de 20 minutos. Durante ese tiempo se excitan usando su dardo calcáreo. Cuando ya están listos para el acto amoroso, los caracoles se ubican en sentidos opuestos y se penetran uno al otro.

La relación sexual se produce en la noche y suele durar unas 10 o 12 horas. En ese tiempo los caracoles comparten con delicadeza cadenas de ADN en forma de churros de carbonato cálcico que el otro absorbe en su aparato reproductor. Allí se disuelve liberando el esperma. Mientras la española me explicaba todo esto sostenía el cigarrillo con sus labios y juntaba sus manos a la altura de sus gafas. Mientras hablaba imitaba con sus dedos los plácidos y lentos movimientos que hacen los caracoles por horas tocándose, besándose, baboseándose.



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