lunes, 30 de septiembre de 2013

Episodio de borracha melancolía

El fin de semana pasado estuvo chévere. Fui a bailar con mi prima y el novio, -si, con quienes estaba el día que me rompí la cara. Fuimos a un lugar en chapinero de salsa, tremendo de lo viejo y la pasé delicioso. Como anécdota rara, cuando estaba regresando a casa me dio por escribirle al ex. Yo no estoy muy seguro por qué, pero por lo menos durante el último año me ha estado pasando que cuando bebo me dan unos episodios de melancolía tremendos. Cuando eso me pasa me da por mandar e-mails, me da por poner tweets, me da por enviarle whatsappasos a la gente que menos me conviene.

A eso de la media noche me entró uno de esos ataques de melancolía y me dio por escribirle al tipo. Sentí una necesidad loca por decirle que lo amaba, que por favor no me respondiera pero que yo quería que supiera que me hacía mucha falta. Ya tenía todo el mensaje craneado y cuando lo fui a enviar pues que no encontré el contacto. Tanto me conozco que un par de días antes, previniendo uno de esos ataques le había cambiando el nombre al contacto para no encontrarlo en medio de la intoxicación etilica y luego intentando bloquearlo terminé borrandolo sin darme. La verdad quería que no me fuera a pasar lo que efectivamente me pasó. Yo ya sé que cuando bebo me da la melancólica y por eso había estado como coqueteando con la idea de deshacerme de ese número de teléfono. Creo que afortunadamente lo hice, porque si no me habría sometido a la vergüenza de decirle a un tipo x con el que salí dos meses la gran sarta de estupideces que afortunadamente no le dije. 

martes, 24 de septiembre de 2013

Poema "Grieta Matinal" de Alvaro Mutis

Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu miseria.
Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus diferencias,
la singular agudeza de sus bordes.

Ampárate en los suaves ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada rada,
cada boya, cada señal desde la cálida tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su costumbre.

Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia,
envuélvete en el manto tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los otros
ni que la prolonguen abusivamente los tuyos.

Que te sea como agua bautismal
brotada de las grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los mataderos.
Que se confunda con tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde ahora los capítulos de tu muerte,
los elementos de tu más certero abandono.

Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria,
y no permitas que se evada por distracción o engaño.

Aprende a reconocerla hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las finas hojas del carbonero,
el abrirse de las flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.

No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla para las horas de tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra.

Poema "cita" por Alvaro Mutis


Bien sea en la orilla del río que baja de la cordillera
golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos,
en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren
en un estruendo que se confunde con el de las aguas;
allí, bajo la plancha de cemento,
con sus telarañas y sus grietas
donde moran grandes insectos y duermen los murciélagos;
allí, junto a la fresca espuma que salta contra las piedras;
allí bien pudiera ser.
O tal vez en un cuarto de hotel,
en una ciudad a donde acuden los tratantes de ganado,
los comerciantes en mieles, los tostadores de café.
A la hora de mayor bullicio en las calles,
cuando se encienden las primeras luces
y se abren los burdeles
y de las cantinas sube la algarabía de los tocadiscos,
el chocar de los vasos y el golpe de las bolas de billar;
a esa hora convendría la cita
y tampoco habría esta vez  incómodos testigos,
ni gentes de nuestro trato,
ni nada distinto de lo que antes te dije:
una pieza de hotel, con su aroma a jabón barato
y su cama manchada por la cópula urbana
de los ahítos hacendados.
O quizá en el hangar abandonado en la selva,
a donde arrimaban los hidroaviones para dejar el correo.
Hay allí un cierto sosiego, un gótico recogimiento
bajo la estructura de vigas metálicas
invadidas por el óxido
y teñidas por un polen color naranja.
Afuera, el lento desorden de la selva,
su espeso aliento recorrido
de pronto por la gritería de los monos
y las bandadas de aves grasientas y rijosas.
Adentro, un aire suave poblado de líquenes
listado por el tañido de las láminas.
También allí la soledad necesaria,
el indispensable desamparo, el acre albedrío.
Otros lugares habría y muy diversas circunstancias;
pero al cabo es en nosotros
donde sucede el encuentro
y de nada sirve prepararlo ni esperarlo.
La muerte bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.

Poema "204" por Alvaro Mutis

 "204"
                I
Escucha Escucha Escucha

la voz de los hoteles,
de los cuartos aún sin arreglar,
los diálogos en los oscuros pasillos que adorna una raída
    alfombra escarlata
por donde se apresuran los sirvientes que salen al amanecer
    como espantados murciélagos.

    Escucha Escucha Escucha

los murmullos en la escalera; las voces que vienen de la cocina
    donde se fragua un agrio olor a comida que muy pronto
    estará en todas partes, el ronroneo de los ascensores.

    Escucha Escucha Escucha

a la hermosa inquilina del “204” que despereza sus miembros y
    se queja y extiende su viuda desnudez sobre la cama. De su
    cuerpo sale un vaho tibio de campo recién llovido.

¡Ay qué tránsito el de sus noches tremolantes
    como las banderas en los estadios!

    Escucha Escucha Escucha

el agua que gotea en los lavatorios, en las gradas que invade un
    resbaloso y maloliente verdín. Nada hay sino una sombra,
    una tibia y espesa sombra que todo lo cubre.

Sobre esas losas-cuando el mediodía siembre de monedas el
    mugriento piso-su cuerpo inmenso y blanco sabrá moverse,
    dócil para las lides del tálamo y conocedor de los más variados
    caminos. El auga lavará la impureza y renovará las fuentes
    del deseo.

    Escucha Escucha Escucha

a la incansable viajera, ella abre las ventanas y aspira el aire que
    viene de la calle. Un desocupado la silba desde la acera del frente
    y ella estremece sus flancos en respuesta al incógnito llamado.
                II
De la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo a los orinales
de los orinales al río
del río a las amargas algas
de las algas amargas a la ortiga
de la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo al hotel

    Escucha Escucha Escucha

la oración matinal de la inquilina
su grito que recorre los pasillos
y despierta despavoridos a los durmientes,
el grito del “204”:
¡Señor, Señor, por qué me has abandonado!

viernes, 20 de septiembre de 2013

Mi poema favorito: Bolero de Cortazar

Estoy escribiendo la pagina treinta y algo de mi novela y en uno de sus párrafos el personaje principal habla sobre un poema de Cortázar. La verdad es que mi poema favorito de él es Bolero. Lo dediqué una vez y lo dedicaría de nuevo. Y Bolero dice así:

                                                                        BOLERO

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,

mi amor.

martes, 17 de septiembre de 2013

Oráculo

Después de varias caminatas, un jugo de lulo y otras cosas más, me di cuenta que estaba haciéndole la pregunta equivocada al oráculo. Al oráculo no se le debe preguntar por otros. Al oráculo hay que preguntarle por uno, por las posibilidades que uno tiene o por lo que uno debe hacer. Así que me dispondré a quitarme la ropa, a apagar la luz, a pensar en la vida y luego le preguntaré por mí.  Le pediré que me de guía a mí, que me ilumine en el camino que debo seguir.

El adiós sin adiós.


El domingo me dijo que tenía muchas cosas con que deal with. El jueves de la semana pasada me dijo que tenía que hablar conmigo apenas volviera a Bogotá, pero ni siquiera ha tenido intención en hacerlo. No hablamos nada e incluso he llegado a decirle que me puede decir que es lo que sucede por whatsapp. Le he preguntado si fue algo que yo hice. Solo me respondió que tiene muchas cosas que deal with.

Ayer le escribí una carta, contándole las cosas bonitas que me habían pasado desde la semana pasada. La carta la escribí hablándole de señor M. El sólo me respondió preguntándome si esa carta era mi forma de decirle adiós. Le respondí que no, que lo amaba, que la intención de mi carta no era terminar con él. Que él llevaba bastante tiempo actuando raro y que yo no sabía por qué, que no saber era muy difícil y que la carta solo era un medio para poder contarle más cosas que no le había podido contar por whatsapp.

Esta mañana me di cuenta que aparte de eso él no me había dicho nada mas de las cosas positivas que le había contado en la carta. Le dije que eso me mostraba cuanto yo le importaba. Me respondió diciéndome que yo era un egoísta, que yo no sabía ni me imaginaba las cosas que le estaban pasando. Que él había intentado arreglar las cosas conmigo y que estaba intentando figure out how not to hurt me. Que no quiere estar pisando "cascaritas de huevo conmigo".

Tontamente le respondí que tenía razón, que para mi no es posible imaginarme lo que le pasa, que no lo sé. Que no saber es muy difícil y que me duele saber que algo muy duro le está pasando y que no puedo hacer nada. Volví a decirle que lo amo, que espero que todo esté bien y que no lo voy a volver a molestar con mis preguntas.

Pero ya sé que si hay algo que arreglar es porque algo está dañado. Y lo está para él, y tuve que presionarlo para que me lo dijera.


martes, 10 de septiembre de 2013

La lluvia de la nada

         Venía en el transmi observando a una pareja que venía sentada charlando. El señor tenía una chaqueta verde y una camiseta amarilla y tenía el brazo puesto sobre el respaldo de la silla, como abrazando a la señorita que venía con él. Ella tenía una camiseta blanca y un saco azul de lana, pero encima de todo eso llevaba puesta una sonrisa en los ojos. Sonreía con los ojos y se reía con la boca por todo lo que el señor decía. De repente el bus se llenó de agua. Sin que estuviera lloviendo empezó a llover y por las ventanas del techo y de los lados del bus cayeron sendos chaparrones que  emparamaron a la pareja y la gente que iba en la primera mitad del bus. Yo grité y luego me reí.