Después de varias caminatas,
un jugo de lulo y otras cosas más, me di cuenta que estaba haciéndole la
pregunta equivocada al oráculo. Al oráculo no se le debe preguntar por otros.
Al oráculo hay que preguntarle por uno, por las posibilidades que uno tiene o
por lo que uno debe hacer. Así que me dispondré a quitarme la ropa, a apagar la
luz, a pensar en la vida y luego le preguntaré por mí. Le pediré que me de guía a mí, que me ilumine
en el camino que debo seguir.
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