"204"
I
Escucha Escucha Escucha
la voz de los hoteles,
de los cuartos aún sin arreglar,
los diálogos en los oscuros pasillos que
adorna una raída
alfombra escarlata
por donde se apresuran los sirvientes que
salen al amanecer
como espantados murciélagos.
Escucha Escucha Escucha
los murmullos en la escalera; las voces que
vienen de la cocina
donde se fragua un agrio olor
a comida que muy pronto
estará en todas partes, el
ronroneo de los ascensores.
Escucha Escucha Escucha
a la hermosa inquilina del “204” que
despereza sus miembros y
se queja y extiende su viuda
desnudez sobre la cama. De su
cuerpo sale un vaho tibio de
campo recién llovido.
¡Ay qué tránsito el de sus noches
tremolantes
como las banderas en los
estadios!
Escucha Escucha Escucha
el agua que gotea en los lavatorios, en las
gradas que invade un
resbaloso y maloliente
verdín. Nada hay sino una sombra,
una tibia y espesa sombra que
todo lo cubre.
Sobre esas losas-cuando el mediodía siembre
de monedas el
mugriento piso-su cuerpo
inmenso y blanco sabrá moverse,
dócil para las lides del
tálamo y conocedor de los más variados
caminos. El auga lavará la
impureza y renovará las fuentes
del deseo.
Escucha Escucha Escucha
a la incansable viajera, ella abre las
ventanas y aspira el aire que
viene de la calle. Un
desocupado la silba desde la acera del frente
y ella estremece sus flancos
en respuesta al incógnito llamado.
II
De la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo a los orinales
de los orinales al río
del río a las amargas algas
de las algas amargas a la ortiga
de la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo al hotel
Escucha Escucha Escucha
la oración matinal de la inquilina
su grito que recorre los pasillos
y despierta despavoridos a los durmientes,
el grito del “204”:
¡Señor, Señor, por qué me has abandonado!
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