Parece que de repente envejecí y pasé de tener 20 a tener
treinta y a vivir sin la más remota ilusión. Ahora me siento como testigo de la
vida de otros hombres gay más jóvenes. Ellos son ahora poseedores de las
oportunidades, de la belleza y de la alegría. Me convertí en esta persona
asegurada, tranquila, llena de temores y de miedo que esta aterrorizado de
cambiar, de asumir un reto, de hacer algo nuevo.
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