Fotografía de Bogotá en los años setenta. Parte de la instalación Fotorama de Alejandro Arango. |
Después de ver la instalación de Alejandro en la galería de la Cámara de Comercio me senté a tomar notas. Puse mi cuaderno con el teléfono al lado para ver las fotos y apuntar algunos datos que me parecieron dignos de recordar. En esas entró a la sala un señor de unos 75 años. Tenía un pantalón color azul bandera, una camisa a cuadros, un saco de gamuza que hacía juego con el resto de ropa porque también era azul y una gorra de gamuza, azul también.
El señor me preguntó qué era lo que había allí –no había una sola alma
más en la sala— y yo muy cordial le comenté que esa era una exposición llamada Sal Vigua curada por el Equipo TransHistoria, que sus miembros eran María Sol y Camilo y
que era una curaduría centrada en Bogotá.
<<¿es una exposición de arte?>> quiso saber y yo asentí. Me hizo preguntas sobre mi vida, sobre mi trabajo y sobre mi carrera y me invitó a que
le mostrara las obras que más me gustaban. Lo llevé a ver las fotografías de
Iregui, a mirar el dibujo de William, el video de las papas trans bailando y a
recolectar postales en Fotorama, la
obra de Alejo. Conversamos otro rato sobre arte y percibí, desde la mas cercana
distancia, su olor a tabaco.
Antes de irse me agradeció por la amabilidad y me dijo que le parecía
muy interesante mi proyecto de vida. Intercambiamos teléfonos celulares. Me
invitó a su casa a ver algunas revistas y a continuar charlando. <<No
vuelva a fumar de esos Pielrojas>>, me dijo antes de despedirse.
Su nombre era Fernando Jiménez.
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