Ayer vi posteado en el muro de Facebook de un
amigo el documental argentino del año pasado llamado Borrando a papá. Mi amigo posteó el documental con un comentario en
el que afirmaba que no iba a soportar más acusaciones de machismo –que
surgieron por un chiste publicado en línea— por parte de la “plaga
feminazi”. Mi amigo ponía el documental como un ejemplo para argumentar que la
violencia de género no es sólo algo que se ejerce hacia las mujeres sino también
hacia los hombres y para demostrar que “el feminismo trasgrede, en nombre del género,
hasta las leyes”.
Después de ver el documental de Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreira debo reconocer que en este punto mi amigo tiene
razón. El documental utiliza los testimonios de seis casos de hombres, separados
de sus hijos, para demostrar que en Argentina se han violentado sus derechos por
el hecho de ser hombres. A ellos se les ha negado el derecho a visitar a sus
hijos y a hacer parte de sus vidas a pesar de que en sus casos han demostrado
que las denuncias de violencia hechas por las madres en su contra eran falsas y
que, en algunos casos, la violencia sobre los hijos había sido ejercida por las
mismas madres.
Las documentalistas también logran demostrar que el sistema judicial argentino y el trabajo de varias organizaciones de protección a la mujer y a la familia parten de la premisa de que las madres son inocentes y los padres son culpables. Esto implica que cuando un padre llega a una comisaría de familia a realizar una denuncia no se le cree porque la violencia de género siempre es ejercida hacia las mujeres y porque los padres siempre son los violentos. Los padres hombres son de por si culpables, lo cual es opuesto al principio jurídico de la inocencia y a la declaración universal de los derechos humanos que establecen que toda persona acusada de de un delito tiene derecho a que se presuma inocente mientras no se pruebe su culpabilidad. A pesar de esto los padres deben demostrar su inocencia e incluso cuando han logrado comprobar que no son culpables tampoco se les garantiza que puedan volver a ver a sus hijos ya que el sistema judicial considera que en todos los casos los hijos deben permanecer con la mamá.
Hasta este punto considero que tanto mi amigo y el documental
tienen razón, existe violencia de género no solo contra las mujeres, sino como
en el caso de los padres que muestra el documental. En tal caso el problema es
que la legislación que en el caso argentino –sobre la cual no conozco mucho, más
que todo de lo que aprendí en el documental– no logra garantizar el derecho a
la igualdad y al debido proceso para hombres y para mujeres. Por lo tanto, falla
en garantizar los derechos de los niños y el derecho que tienen las madres, los
padres y los e hijos de hacer parte de la vida de unos y otros. Asi mismo la
legislación se encarga de perpetrar las injusticias y desigualdades de
generación en generación.
El problema en este caso ya no es por el hecho de quienes son
más víctimas, si los hombres o las mujeres, o si los hombres necesitan ahora un
tipo de defensa diferente contra los grupos feministas que intentan acabar con
ellos y quitarles su lugar de preponderancia histórico. Nos vemos enfrentados
al dilema de la inequidad enfrente de la ley. Se hace necesario que, sin
desconocer las violencias existentes de género, la ley se aplique de misma
manera para todos.
El post de mi amigo en Facebook fue comentado posteriormente
por una amiga de él quien afirma que no entiende por qué hay una lucha por
parte de los grupos feministas para ser “iguales si estamos diseñados para ser
distintos”. Estoy de acuerdo con ella en que los hombres y las mujeres son (somos)
diferentes, también son diferentes las personas transexuales, los transgénero, los
hermafroditas, todas las personas con identidades de genero diferentes a las
normativas. Sin embargo estoy en desacuerdo con que no haya una lucha por la igualdad, sobre todo la igualdad ante la ley. Es imprescindible que el estado, ya sea el argentino o el
colombiano, garantice que todos los ciudadanos estén cubiertos por la ley y se
les garanticen sus derechos. Es necesario reconocer que somos diferentes, como
personas, como seres humanos, como integrantes de grupos étnicos, sociales,
políticos, de género, académicos y culturales diferentes y que hay que promover
el respeto para todos. Pero es necesario que todos seamos iguales ante la ley y
que el estado nos garantice el goce efectivo de derechos.
Mientras esto no suceda seguiremos luchando por separado.
Generando y creando divisiones y subdivisiones encargadas de velar por los
derechos de los hombres y las mujeres, de los gais, de las lesbianas, de los bisexuales,
transexuales, intergénero, transgénero, y demás. Mientras eso no suceda
seguiremos viendo como los polos se enfrentan en una lucha a muerte por el
dominio de los otros, ya sean feminazis o machistas u homosexualizadores.
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