La última vez que intenté tener una conversación seria con Fernando,
hace seis meses, sucedió lo que me esperaba: no me tomó en serio. Hacía ya mucho
tiempo ya que no me tomaba en serio.
Hubo una época en que él escritor me escuchaba y hablaba conmigo, no
como si yo fuera un mosquito molesto, sino como alguien que consideraba que yo
era una persona pensante, intelectual, con opiniones propias. Eso se terminó
cuando él se dio cuenta de que ya no necesitaba hacer un esfuerzo muy grande
para que yo accediera a tener sexo, cuando yo dejé de asentir y sonreír
para agradarle y comencé a cuestionar sus opiniones y respuestas.
Después del suicidio de Sergio intenté conversar con él acerca
de eso. Pensé que tal vez, después de vivir tanto, él tendría una respuesta
tranquilizadora a la angustia que tenía y a las interrogantes que no lograba
solucionar. Fernando me escuchó un rato, cruzó la pierna y con su típica voz de
erudito me recomendó que leyera el ensayo de Emil Cioran, luego volvió a ponerse
las gafas y a instalar su mirada en su celular.
En el ensayo Encuentros con el
suicidio no encontré las respuestas que buscaba. Tan solo encontré un poco de tranquilidad
visitando el lugar donde Sergio se quitó la vida. Fui con un muchacho con el
que tuve un intento de una relación, allí tuvimos una cita. Tomamos café cerca
al lugar en cuestión y mientras él hablaba y movía las manos yo pensaba en la
carrera que Sergio le había ganado a la muerte.
De la cita resultó una relación de un mes. Del ensayo conservo una idea
en la que me gusta pensar y hablar algunas veces. Emil Cioran afirma que hay
una conspiración contra la “liberación fulgurante”. Según él, hay quienes afirman que no
tienen el valor de matarse y luego tacharán de cobardía a “una hazaña ante la
cual retroceden los más valientes. Se mata uno, no dejan de repetir, por
debilidad, para no tener que afrontar el dolor o la vergüenza”.
A veces cuando pienso en Sergio o cuando vuelvo a hacerme preguntas en
cuanto al suicidio, recuerdo que yo no tendría el valor para apostar con la
muerte y que él sí lo hizo. Corrió contra ella y le quitó su puesto, la dejó
atrás en los últimos metros de su corta vida. Recuerdo que Sergio fue valiente cuando
estuvo vivo y luego cuando se mató.
Encuentros con el suicidio es un ensayo incluido en El aciago demiurgo, publicado en Francia por Editorial Gallimard en 1969 y en España en 1974 con traducción de Fernando Savater.
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