Anoche, después de la reunión con
Carlos y Alejandro tomé un bus de los que paran en todas las estaciones porque
ya estaba muy tarde. En el mismo bus iban un par de muchachos, los dos se
quedaron de pié hablando junto a la puerta. Podía verlos desde el jacuzzi
porque el bus no estaba tan lleno.
Los dos muchachos tenían cerca de 20
años y llevaban atuendos similares –jeans, camiseta y camisa de cuadros—. Los
dos compartían la misma forma circular del rostro, los ojos avellanados y los
labios delgados. Los dos tenían piel rosada y el mismo color rojizo del pelo.
Me atreví a llamarlos gemelos por los rasgos que compartían a pesar de tener
cosas que los diferenciaban. El primero era serio y medía quince centímetros más
que su hermano, tenía el pelo corto peinado hacia el lado, su nariz era respingada
y fina y tenía una ondulación pequeña
–tal vez una cicatriz— que la cruzaba en diagonal de derecha a izquierda.
Sus ojos eran azules, muy claros.
El segundo, el gemelo más bajito,
tenía el cuerpo mas grueso y el pelo mas largo. La maleza cobriza le caía inmóvil
sobre la frente y la nuca. Mientras conversaba se estiraba las patillas y se
cercioraba de que el flequillo se mantuviera en el mismo lugar. Este hermano
también tenía los ojos azules, pero eran azul bandera plano, negros en el
centro. Sus pestañas estaban cubiertas por una capa de pestañina que las hacía
ver muy largas. Sus párpados estaban decorados con una sombra marrón y todo su
rostro estaba cubierto por una pastosa y uniforme capa de base. Las mejillas y los labios estaban decorados con ligeros tintes de color rosa.
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