domingo, 27 de septiembre de 2015

17. el contrato

El martes estuve toda la tarde en una oficina del centro. Ese día me citaron a llevar los papeles para firmar un contrato de trabajo. Cuando cerré el deal salí corriendo para el Caro y Cuervo porque tenía clase.
Justo en la entrada me encontré con Camila, una compañera. No habíamos hablado antes y me ofrecí a acompañarla a comprar un café. Mientras caminábamos le conté mi rollo del nuevo empleo: que me habían ofrecido una cosa y que a la hora del contrato era otra y que no me había podido retractar, que me lo iba a tomar como una oportunidad cronística y que llevaría un diario. 
Ella se rio y con su risa se me pasó el estrés, luego me contó que es abogada, que se especializa en propiedad intelectual y que le gusta escribir pero que no le muestra a nadie lo que escribe. Camila tiene el pelo crespo y alborotado y, en una moda muy del 2010, tiene capul, lo que hace que en su cara brille una muy ingenuidad infantil tranquilizadora. 
Como la señorita del Oma no tenía cambio le presté 5000 pesos para el café y ella quedó que me los pagaría al día siguiente. Bajamos al salón y le conté que yo escribo en un blog y que me gustaría trabajar en cosas lindas como en una editorial o en cultura o arte y que ahora  estoy con un proyecto que espero que crezca que se basa en el concepto de resonancia y trascendencias. La invité a escribir sobre nuestro fascinante encuentro del café y que si ella accedía yo la publicaría aquí, en mi pequeño portal al universo web. Dijo que si, que lo haría.



La invitación está hecha.

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