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A Raúl lo recuerdo porque a pesar de
estar en mi mismo curso era un joven mucho mas maduro y mucho mas calmado que
los demás. No creo haber estado en el mismo salón con él pero tengo fija
su imagen de adolescente con brackets, viajando en el puesto de adelante de la
ruta, la 21.
Su rostro, igual que el rostro de las
demás personas con las que estudié la primaria y parte del bachillerato, nunca
se me olvidó. Pero a ninguno de ellos los volví a ver ni volvimos a ser amigos.
Cuando lo vi ayer en la exposición de
Camila Eslava en el Salón Comunal le dije:
-yo a usted lo conozco, usted estudió
en el Refous.
Me miró confundido y con cara de
“usted es un stalker”. Luego conversamos por bastante rato. Era amigo de Camila
y de su hermano.
La artista estaba ahí, tenía cita con
Alejandro y con Juliana para mostrarles el resultado del trabajo que hizo en la
residencia en Canadá. Allá se dedicó por dos meses a hacer lo que ella bautizó
como Graphic meditation y el resultado es tan complejo como
simple. Realizó miles y miles de dibujos durante 4 horas al día. Luego caminaba
y los dejaba como regalos en puertas de casas en Montreal. Por cada dibujo
negro que entregaba, hacía uno nuevo rojo.
Anoche, mientras conversábamos, Camila
sonreía si hablaba de sus dibujos, del arte, del amor o de lo mucho que le
gusta estar en Bogotá. Tenía un chal de puntos azules y negros que se parecía
mucho a sus dibujos negros y rojos. También confirmé, después de muchos años,
que el tratamiento de brackets a Raúl le funcionó a la perfección.
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