jueves, 25 de febrero de 2021

Problemas de memoria (II)

Hace algunas semanas mi mamá me pidió que desocupara su computador viejo, ya le consiguió cliente. Ese computador es un Sony Vaio que trajo de Canadá en el 2009. El pobre ya no tiene batería y se le apaga con frecuencia, pero ella piensa que le puede servir a alguien. 

Hace unos años a ese chéchere envié toda mi información antigua para tener una copia de seguridad. Ahí conservo montones de fotos, carpetas con la tesis de artes en pregrado y algunos archivos de la tesis de maestría, los documentos más viejos que coleccioné después de que terminé la universidad y todas las fotos y documentos que traje de Chile, archivos en formato Corel que probablemente nunca volveré a abrir, fotos de mi época en Inglaterra y montones de música descargada del internet en archivos mp3 que no he vuelto a escuchar. 

Antes de empezar con la labor no me imaginaba que la tarea sería tan grande. Sin embargo, el trasteo resultó no ser algo fácil. Terminé pasando unas 15 horas (y aún no termino) organizando archivos en carpetas, seleccionando entre lo útil, lo de borrar y lo importante, y trasladando lentamente entre el computador viejo y el nuevo la información. Mi objetivo es migrar, finalmente, toda esa información (en muchos casos repetida) a la Tera de seguridad.  

En una de esas transacciones me encontré con una carpeta con nombre My received files. Allí apareció una serie de fotografías en blanco y negro que Juliana, la novia de mi amigo Alejandro, había tomado una noche en que íbamos a ir a una de las fiestas de Halloween que hacía Oscar Ayala en su laberíntica casa. Las fotografías mostraban un escenario preguerra (antes de la gran pelea que tuvimos Willi y yo en 2010 que nos llevó a no hablarnos por dos años), en las que Alejo, Willi y yo aparecíamos improvisando.  Yo llevaba un esqueleto y una peluca negra de los sesenta (un regalo de una amiga italiana de Carlos) e intentaba actuar sorprendido mientras Alejo atacaba a William con un gancho para cortar carne. 

lunes, 22 de febrero de 2021

Problemas de memoria

Ayer regresé de dar una vuelta en la bicicleta a las cinco de la tarde. Hace un par de semanas que decidí que tengo que perder peso y la solución para eso es la bicicleta. He estado montando una hora diaria (más o menos). Me encanta ir a dar la misma vuelta, a la misma hora. He intentado hacerlo más temprano pero me he dado cuenta de que las 4 de la tarde es la hora perfecta. No hace mucho sol y aún no se ha enfriado la tarde por completo. Aunque a veces hay mucha gente en la cicloruta a esa hora no es muy difícil dejarlos atrás. 

Revisé mi celular cuando entré a mi casa y tenía otro mensaje de Angélica. La cuarta nota de voz del día. Habíamos estado pasándonos mensajes toda la tarde. Primero me envió un texto reenviado de alguna persona desconocida que ofrecía empleo y de ahí partimos la conversación. La última nota de voz era sobre otra cosa. Me hablaba de Consuelito, la mamá de una amiga de ella y amiga de mi mamá de toda la vida. Me contaba que la señora había entrado a cirugía en la mañana y que después de terminar el procedimiento no había despertado. Los médicos habían decidido no sacarle el tumor del páncreas porque ya estaba demasiado grande. Era mejor dejarla como estaba, hacer un puente, y cerrar. El panorama no era nada alentador y angélica quería saber si mi mamá ya estaba enterada. 

La escuché reírse en la otra habitación. La decisión de contarle a mi mamá era mía.