domingo, 30 de agosto de 2015

12. La muñeca y el perro caliente

Inauguración de la exposición Off-line en el Validadero Artístico 
La llamaré Tatiana porque no recuerdo su nombre -aunque creo que se llama Natalia- pero su rostro me es inolvidable. Tiene la cara larga y unos ojos pequeños, alargados y con muchas pestañas. Su nariz es muy fina y su boca pequeñita. Anoche llevaba un labial rojo muy fuerte que contrastaba con lo pálido de su rostro. Todo eso lo acompañaba con el pelo crespo negro muy brillante, casi lustroso. Parecía una muñeca de los años veinte pero con pinta metalera de chaqueta de cuero, minifalda, medias y tacones altos, todo negro.  
Anoche Tatiana y yo cruzamos miradas en la fiesta Off-line y luego conversamos por un rato. Los dos teníamos la sensación de habernos conocido mucho antes. Pesquisando en su pasado averigüé que participó en una exposición con Ana María en su colectivo de arte y estudia o trabaja en la Tadeo. Aún así los dos sentimos que nuestra conexión era anterior y que seguro nos conocimos en otro lugar mucho antes.
Anoche Tatiana estaba exponiendo una serie de dibujos. Le comenté que me habían gustado mucho dos de ellos. En uno una chica, muy parecida a ella, conversaba animadamente en un sofá colorido con un perro caliente con salsas, y en el otro la misma chica dormía abrazada con una empanada debajo de una cobija azul.

Seguimos conversando y cruzando miradas durante el resto del evento. Luego bailamos un par de canciones. Creo que Aguanilé de Hector Lavoe fue una de ellas. Luego cuando me sentí cansado pasada la media noche me fui de la inauguración bailable. Ahora lo que me resta es buscarla en Facebook entre los amigos de Anita y continuar charlando para ver de donde es que nos conocemos. 

jueves, 27 de agosto de 2015

11. Intimidad

 Félix González-Torres. Sin título (Cama), 1991.
Natalia tiene que hacer una serie fotográfica basada en el concepto de intimidad para el viernes. Por eso se la pasa preguntándole a la gente qué es eso.
Para mí es lo que hay entre mi sábana y mi sobresábana –le conté el miércoles antes de entrar a clase—. La intimidad es ese espacio cálido y solitario en donde no hay nadie mas sino yo. A ese lugar en mi cama no accede nadie más –por lo menos no sin invitación— y estoy solo. Allí, en las noches mi cuerpo desnudo queda envuelto entre el tejido de hebras blancas que cubre el colchón y el cobertor que me protege del frío.
Si alguien se sentara a observarme dormir seguro vería cosas que no muestro en público. Escucharía mi pesada respiración de asmático, mis ronquidos y el sonido de la piel rozando contra la tela suave. Detallaría los valles y las colinas de mi cuerpo cubiertos en parte por una cobija azul, el calor que sale por los poros y el sudor. Percibiría las conversaciones que sostengo dormido con los habitantes del mundo de Morfeo y que en la mañana ni siquiera yo recuerdo. Recibiría el olor de los sueños que se concentra en toda la habitación antes del primer rayo de sol.

Si alguien me observara dormir en el lugar mas intimo que tengo conocería a una persona diferente, tranquila, a la que yo no puedo acceder porque estoy dormido.


martes, 25 de agosto de 2015

10. Días de mierda


Tengo la boca llena de laceraciones de esas que duelen hasta cuando uno silba. La semana pasada se me ocurrió salir de mi casa un día solo con un saco y esta semana estoy viendo las consecuencias: gripa. No puedo respirar, me duele la garganta. Se me rompieron los dos jeans que tenía y me molesta mucho ponerme la ropa rota. Me miro al espejo o me veo en fotos de extraños y mi pelo parece sacado de los años 90. Converso con mi papá y no entiendo si lo que me está dando es un consejo o si me está ofreciendo una retahíla sobre su pasado sin escucharme. Tengo que hacer un sin fin de vueltas y todas tengo que hacerlas con mi mamá. Hablo con William y se enfurece, me quedo pensando días y días y días en que seguro es por la forma en que pongo las palabras unas con otras que no me entiende. La señora de la oficina no me volvió a llamar. La falta de trabajo y tanto tiempo libre es suicida. Me broto, me da tristeza, siento un vacío gigante, no se para donde va mi vida. Tengo 33 años y soy un barco a la deriva. Llueve.

lunes, 24 de agosto de 2015

9. Oscar el periodista

Óscar es periodista y tiene un hijo de 22 meses. Ese último dato me lo contó mientras Roberto se esforzaba por enseñarnos redacción de noticias. A diferencia del resto de compañeros, Óscar y yo éramos los únicos miembros del taller no estudiantes universitarios, con experiencia laboral en campos diferentes al comunitario y sin interés aparente en el activismo de izquierda. Lo que nos llevó en principio al taller fue el desempleo y el tiempo extra que eso le da a uno para, por ejemplo, aprender sobre comunicación, prensa y memoria.
El viernes, penúltimo día del taller, salimos del Centro de Memoria y lo acompañé a Merlín –la librería en el centro— a buscar A sangre fría de Truman Capote. Roberto insistió toda la semana que si queríamos ser periodistas ese es un libro que hay que leer y tener de referencia en la mesa de noche.
Cuando llegamos al tercer piso de la librería yo estaba agotado y me senté en una silla de madera en la sala que está a la derecha de la escalera. Oscar se sentó al frente y comenzó a observar libros de aviación.

martes, 18 de agosto de 2015

8. Natalia la fotógrafa

Natalia me preguntó mi edad y yo le pedí que adivinara. Se puso la mano sobre la cara para cubrirse del sol y mirarme con mas detalle.
-No tienes mas de 27.
-33.
-¿Tomas vino? Preguntó después de reírse.
-Si.
-El vino es antioxidante, la gente que toma vino no envejece.
Desde que la vi en la mañana con su piel blanquísima y un delineado negro encima de los ojos sentí que tenía que conversar con ella. En la presentación del taller comentó que era fotógrafa, que se había graduado del colegio hace mucho rato, el 2009, y que había empezado a estudiar sociología en Manizales. Entró al taller porque quería aprender sobre medios de comunicación. Cuando salimos al almuerzo le pregunté dónde estudiaba y qué le gustaba. Le conté sobre la crónica que estoy escribiendo. Hablamos de postales, de Bogotá, de fotografía digital y análoga, charlamos como si nos conociéramos de siempre. Me senté a su lado a comer mute con arroz y plátano maduro preparado por la gente de saberes y sabores. Escuché cuando Natalia le contó a una de las compañeras que no había terminado sociología pero que los temas de la carrera le gustaban mucho y que disfrutaba leer a Bourdieu.

Antes de terminar el almuerzo y mientras tomaba limonada con panela le confesé a la fotógrafa jovencita que era la primera vez en mi vida que me invitaban a almorzar en un cementerio.


jueves, 13 de agosto de 2015

7. ¿ésta es una exposición de arte?

Fotografía de Bogotá en los años setenta. Parte de la instalación Fotorama de Alejandro Arango.  

Después de ver la instalación de Alejandro en la galería de la Cámara de Comercio me senté a tomar notas. Puse mi cuaderno con el teléfono al lado para ver las fotos y apuntar algunos datos que me parecieron dignos de recordar. En esas entró a la sala un señor de unos 75 años. Tenía un pantalón color azul bandera, una camisa a cuadros, un saco de gamuza que hacía juego con el resto de ropa porque también era azul y una gorra de gamuza, azul también.
El señor me preguntó qué era lo que había allí –no había una sola alma más en la sala— y yo muy cordial le comenté que esa era una exposición llamada Sal Vigua curada por el Equipo TransHistoria, que sus miembros eran María Sol y Camilo y que era una curaduría centrada en Bogotá.  <<¿es una exposición de arte?>> quiso saber y yo asentí. Me hizo preguntas sobre mi vida, sobre mi trabajo y sobre mi carrera y me invitó a que le mostrara las obras que más me gustaban. Lo llevé a ver las fotografías de Iregui, a mirar el dibujo de William, el video de las papas trans bailando y a recolectar postales en Fotorama, la obra de Alejo. Conversamos otro rato sobre arte y percibí, desde la mas cercana distancia, su olor a tabaco.
Antes de irse me agradeció por la amabilidad y me dijo que le parecía muy interesante mi proyecto de vida. Intercambiamos teléfonos celulares. Me invitó a su casa a ver algunas revistas y a continuar charlando. <<No vuelva a fumar de esos Pielrojas>>, me dijo antes de despedirse.

Su nombre era Fernando Jiménez.



lunes, 10 de agosto de 2015

6. Empieza de nuevo



A las doce de la mañana terminé la inducción del trabajo nuevo. Durante la jornada, Martha -una mujer de mediana edad con la cara redonda y los lóbulos estirados- nos explicó al señor Quintero, a Adriana y a mi los puntos básicos de lo que será la labor con ellos.
Cuando terminamos, Martha nos dió un tour de la oficina, nos agradeció y nos dejó ir a continuar con nuestras vidas. En la recepción el señor Quintero me preguntó para donde iba y me ofreció arrastrarme hasta la estación de Transmilenio mas cercana. En el carro le pregunté cómo había llegado a esa empresa y me contó que de unos meses para acá había estado aplicando a todo lo que había para traductores, que le servían los trabajos freelance porque necesita trabajar desde su casa por razones familiares y que le habían pedido que hiciera una prueba de traducción. Casi un mes y medio después, igual que a mí, lo llamaron a una entrevista y luego a una inducción.

Hasta ahí la historia era similar a la mía, sin la necesidad de trabajar desde casa ni los problemas, pero luego continuó contándome algo interesante: hasta el año pasado el trabajo le había funcionado con normalidad. Tenía muchos clientes y efectivo fluyendo, pero por alguna razón que él no entendía, el trabajo había decaído y por eso pensaba que lo que empezábamos hoy valía la pena. Asombrado por lo parecido de su historia a la mía le respondí que me había sucedido lo mismo y que “aunque sea a ese precio hay qué hacer.”