miércoles, 17 de diciembre de 2014

Ojalá no tengas nunca que obligar un adiós

Me encontré con C. Lo vi desde la ventana del Transmilenio y cuando salí de la estación lo fui a saludar, estaba parado cerca de las taquillas. Fui hasta él, le apreté el brazo, le di la mano y le dije “hablamos”, seguí caminando hacia la plaza de Bolívar.

martes, 16 de diciembre de 2014

Encuentros y coincidencias en Bucaramanga (Primera parte) #relato

La semana pasada mi jefa me mandó de trabajo a Bucaramanga. No conocía la ciudad y los pocos amigos que tengo que son de allí no suelen viajar en esta época del año. Por eso las perspectivas de tener a alguien que me acompañara a comer o dar un recorrido por la ciudad eran nulas. Sin embargo, el viernes en la sala de abordaje –después de terminar de revisar la última documentación que me faltaba para iniciar el trabajo el lunes— divisé de pie frente a mí, observando los aviones que despegaban y aterrizaban, a Bernardo.

Armando, el taxista, me dejó en el aeropuerto y después de hacer todos los trámites necesarios y de un día de apuro alistando maleta y estudiando me senté en la sala de espera a terminar de revisar las guías para el proceso. Estaba bastante ansioso así que no logré concentrarme por lo que decidí cerrar el computador y me dispuse a ver por la ventana los aviones que aterrizaban y despegaban. Levanté la cabeza para hacer esto cuando el arquitecto apareció en mi campo de visión vestido de blanco.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Los mártires silenciosos de la navidad #cuento

Cuando estábamos pequeños mis papás solían mandarnos a mi hermano y a mí a pasar navidad en Tuluá. Nos quedábamos una semana donde la hermana de mi abuela, mi tía Elvira, quien vivía con su esposo en un apartamento que quedaba en un segundo piso en la calle 33a. En la parte de atrás del apartamento, contra el solar, estaba la cocina de paredes azules junto a la habitación matrimonial a la que ni mi hermano ni yo teníamos permiso de entrar. Junto a esta habitación había otra más pequeña, pero allí yo no entraba porque estaba colgado un cuadro inmenso del sagrado corazón que me aterraba y un closet de madera enorme en el que, según mi hermano, vivía el coco. Esta situación nos dejaba confinados a mi hermano y a mí al último cuarto disponible de la casa: el cuarto de la máquina de coser. Ese cuarto tenía un balcón que daba a la calle y allí mi hermano y yo pasábamos gran parte de las vacaciones.

jueves, 4 de diciembre de 2014

La profecía del titán #sueño

Casandra se miraba las manos pero no eran las suyas. Cada noche veía las líneas en las palmas y los dedos de un hombre que ella no conocía. Al morir la tarde, su madre la ponía sobre la cama, le contaba un cuento, ella se dormía y veía esas manos que no le pertenecían.

El paisaje en el sueño de Casandra todas las noches era el mismo: la jungla espesa a cada lado de un rio ancho de color tierra, casas de madera al borde del agua, pescadores pobres recorriendo el cauce debajo del sol y un cielo sin nubes, el calor asfixiante, la vegetación desconocida, el olor a humedad, la barca vieja de madera pintada de blanco y azul. Casandra no sabía dónde estaba pero si sabía que el titán Rubén Darío, el dueño de las manos, conocía su paradero y sabía que no debía estar allí. Ella lo sabía porque lo soñaba cada noche.