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jueves, 23 de julio de 2015

3. Cambiemos de tema


Hace ya un tiempo perdí la fe en el amor. Entendí que sería mas fácil vivir si dejaba de esperar a que las personas me ofrecieran las cosas más básicas para la interacción humana: respeto, consideración, lealtad, sinceridad.
Cuando decidí eso me sentí mas tranquilo. Dejé de cazar personas para amarlas y dejé de sentirme inadecuado: ya no me volví a comparar con el modelo del hombre ideal de montones de candidatos que saludaba o me saludaban por aplicaciones para el teléfono o redes sociales. Las conversaciones incomodas con desconocidos y la desaprobación quedaron atrás.
Al último de mis pretendientes lo enterré en el pasado y no volvimos a cruzar palabra. Ahora, de vez en cuando, disfruto del culposo placer de “stalkearlo” en sus redes sociales y a veces finjo que converso con él mientras camino por la calle.
“Era horrible cuando me hablabas –le repito— porque se sentía el compromiso. No conversabas conmigo porque yo te gustara sino porque estabas acostumbrado a conversar con alguien. Así lo niegues, yo me di cuenta de eso. Luego me enteré por uno de tus twits de que habías vuelto con tu ex. Lo que me molestó no fue que volvieras con él e interrumpieras lo “nuestro” (ese affaire de dos semanas), sino que no me lo dijeras de frente. Eso me demostró que yo no te importaba lo suficiente como para ser amigos.”
Desinstalé todas mis aplicaciones y dejé hablar del asunto.


viernes, 21 de marzo de 2014

Lecciones del miedo (fragmento de una novela que nunca fue)


Cuando Gregorio me contó, tuve miedo. Tuve miedo de perderlo. Hacía un mes y medio que habíamos empezado a vernos, a salir tranquilos los fines de semana, a darnos besos cortos en la calle, en las esquinas, en los cafés cuando la vida le dio la vuelta con par de papeles membretados llenos de números. Llevaba algunos días diciéndome que teníamos que hablar y que tenía que contarme algo pero nunca pareció muy serio y continuaba comportándose igual, hablando con el mismo tono de voz, haciendo las mismas cosas del día a día. Yo no noté nada, y él parecía seguir llevando la misma vida de siempre. El sábado por la tarde nos encontramos en una estación de Transmilenio y continuamos el recorrido hasta Chapinero. Él venía de su casa en el norte de Bogotá y se veía cansado. Nos sentamos en una panadería cerca a la plaza de Lourdes y yo pedí algo con alcohol porque ya en ese momento después de verle la cara, intuía que era lo que estaba pasando. Hablamos.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Mi poema favorito: Bolero de Cortazar

Estoy escribiendo la pagina treinta y algo de mi novela y en uno de sus párrafos el personaje principal habla sobre un poema de Cortázar. La verdad es que mi poema favorito de él es Bolero. Lo dediqué una vez y lo dedicaría de nuevo. Y Bolero dice así:

                                                                        BOLERO

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,

mi amor.