En Colombia se le llama “cangrejear” al acto de
caminar para atrás. Uno “cangrejea” cuando vuelve con un ex o cuando se
reencuentra con amantes del pasado, cuando hace cosas que había hecho antes y
que, muy seguramente, no debería volver a hacer. Pues en ese sentido mi 2016
fue el año del cangrejeo, el año del cangrejo.
Desde el comienzo del año me dejé llevar por la
fascinación del pasado y eso me trajo tanto cosas buenas como cosas no tan
buenas. Lo primero que hice este año, después del éxito del 2015 fue regresar a
continuar investigando sobre el barrio Santa Fe. Después de haberle otorgado a
ese lugar y a Wilson Manríquez casi dos años enteros de investigación,
entrevistas y recorridos y de haber publicado la crónica de la chaza y
el chocho, volví allí. Esta vez volví con William, con Alejandro y con la
Mona para seguir mirando. En 2016 hicimos recorridos fotográficos al amanecer,
visitamos casas viejas, apartamentos nuevos, solares, tiendas, restaurantes,
calles y –a pesar del cansancio– seguimos impulsados haciendo arte o algo que
pensamos que se le parece mucho. En 2016 Alejo, William y yo revisitamos
nuestra vieja relación de arte/negocios llamada Colectivo Herramientas
Audiovisuales Pedagógicas y por eso desde finales del 2015 existe Sin
Sala, el espacio en el que jugamos a ser artistas y gestores. Nada mejor que
eso.
Este año también
reaparecieron los fantasmas. Por ejemplo, volvió Iván, regresó en enero para
pedirme una nueva oportunidad. Por años le dije que no quería estar con él, me
negué a que fuéramos cualquier cosa que él quisiera. Este año acepté, tal vez
por la soledad y el aburrimiento, me dejé llevar y le dije que sí y dos meses
después demostró su verdadero valor. Sacó a la superficie la cobardía que yo ya
conocía y desapareció. Me terminó por Whatsapp. No surprise there. Aún así,
todo el asunto de Iván me hizo dar dos pasos atrás y reconectarme con Hernán
David y resulta que de esa noche de cervezas y charla de amigas hemos
construido algo que pienso que es una bonita amistad. De esa vuelta de hoja
estoy muy agradecido. Juan regresó también en octubre, nos encontramos en la
calle. No había hablado con él desde el 31 de diciembre, cuando me saludó en la
noche para desearme feliz año mientras yo escribía El elogio del abuelo y
me preparaba para que mi tío lo leyera en el funeral el 1 de enero. Nos
volvimos a ver y seguimos conversando, pero no logro quitarme de la cabeza la
visión del sueño: el tren y la muerte. Aún estoy esperando las consecuencias de
ese retorno. Juan Fernando también volvió, ya tenía él una presencia virtual en
mi vida cuando yo fui a Villavicencio. Luego él vino a Bogotá y aunque el
asunto de “nosotros” no evolucionó seguimos conversando.
También hubo otras vueltas de tuerca que me
dejaron cosas maravillosas. José Camilo me llamó este año para ofrecerme que
hiciera parte de la semana cultural de la universidad donde trabaja. Fui en
mayo e hice una charla sobre el barrio Santa Fe y luego me ofrecieron una plaza
como profe. Profe de idiomas, ya saben. Esa fue también severa cangrejeada
porque en diciembre de 2013 yo dije que no quería volver a enseñar inglés
porque llevaba haciéndolo por 6 años y decidí renunciar al trabajo que tenía y
dedicarme por completo a la literatura y a la traducción. Lo hice con mucha
alegría a pesar de lo terrible que fue el 2015 en materia laboral, ese año en
que no conseguí empleo, ni trabajo, ni clientes y terminé haciendo horas nalga
ya saben donde. Este año le pedí al universo que me permitiera enseñar y él me
envió la mejor oferta que pudo conseguir; no tuve que luchar, no tuve que
competir y el trabajo estaba allí para mí si yo la aceptaba y ahora empiezo mi
segundo semestre. Para el 2017 le pido al universo que me mande la sabiduría y
la paciencia para poder dar un paso más adelante y poder enseñar otras cosas
más de las que también se hacer, pero eso se da un paso a la vez. Estoy seguro
de que él sabrá mandarme la oportunidad y me ayudará a balancear eso con el
resto de proyectos que tengo, con el arte y con la literatura y la gestión. El
universo conspira a mi favor.
Este año, casi al final, mientras pensábamos que
solo nos quedaba celebrar y comer, la muerte nos volvió a cangrejear. Pasó por
nuestra casa para llevarse a Milagros, la esposa de Leo. Fue tan fuerte el golpe que el
aniversario de la muerte del abuelo pasó casi desapercibido. Esa visita total y
absolutamente inesperada nos dejó a todos, cercanos y lejanos, en un estado de
vulnerabilidad que seguramente no conocíamos y reconfiguró en muchas zonas la
dinámica familiar: ahora hay abuelas-madres, tías-madres, hermanas-madres,
nuevas madres, un vacío infinito y miles de preguntas sin respuesta. También ,
este año, después de varios años, mi mamá, mi hermano y yo volvimos a escuchar
la voz de Leo y a leer sus palabras. No hemos dejado de preguntarnos que fue lo
que pasó. Nunca nos lo dijo, pero si hay algo que está por encima de todo es el
amor que le tenemos.
La muerte, en su eterno ciclo, volvió a tocar la
puerta y nos trajo la desesperación, el vacío, la vulnerabilidad y el
desespero, reabrió viejas heridas del pasado pero al entrar también arrastró
con ella al amor, la oración, la capacidad de escucharnos los unos a los
otros y de imaginar lo que el otro sufre y de ofrecer apoyo aunque sea en la
infinita distancia.
El año del cangrejo me trajo cosas increíbles:
trabajo, arte, amistad, celebración, pero también me devolvió a la soledad y la
incertidumbre. Muchas de las cangrejeadas de este año me han dejado, entre
otras cosas, el corazón roto, mucha confusión y tristeza, pero por eso espero
que el año siguiente sea más claro. Espero que en 2017 logre aprender y aplicar
las lecciones del cangrejo: no abrirle la puerta a todo lo que regresa, que no
siempre son buenas las segundas oportunidades, que no toda la gente que se va
merece volver y que a veces, también, yo merezco una que otra segunda
oportunidad. Espero y le pido al universo que me enseñe a querer de nuevo y a
perdonar, que no haya tantos cabos sueltos ni tantos revueltos. En 2017 alejo el
dolor y pido que se desvanezca la tristeza, pero también le abro la puerta a
las nuevas oportunidades, a la gente y a los caminos nuevos.
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