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La escena es una
típica postal bogotana y no tendría nada de extraño si no fuera porque la
vecina del sombrero azul y el pelo negro es una de las habitantes asiáticas del
edificio. No hay muchos de ellos aquí y uno solo suele encontrárselos en el ascensor
o cruzando el golfito. Parecen como buenas personas, son corteses, saludan,
sonríen, pero no existe interacción más allá de algunas simples palabras dichas
con acento extraño. No es usual verlos interactuar con otros vecinos y menos
jugar con otros niños. Siempre pasan rápido y desaparecen. Aparte de la joven
vecina madre de la niña vive aquí una señora de unos sesenta años, quien según
he escuchado, es dueña de una bodega de importaciones. Se viste de colores
tierra: café, rojo y beige; siempre está perfectamente maquillada y bien
arreglada con el pelo en bucles hacia arriba.