
Hoy se celebra el Coming Out Day o
el Día para salir del closet. Este día tiene como
objetivo, entre otros, tomar conciencia sobre la importancia de hablar
abiertamente sobre la homosexualidad de uno. Sin embargo,
creo que es necesario pensar el closet y preguntarse qué implica estar en él o
salir de él.
El closet ha sido encasillado como un lugar frío y oscuro
–contrario a la tierra del arcoíris, donde corren efebos desnudos y se escucha
a Madonna y a Britney Spears, donde para entrar hay que vestirse de marca y
pagar cover a la entrada– y en el que se han quedado metidas las personas que
no son capaces de admitir su orientación sexual diversa. Salir del closet se ha
convertido en un acto de valentía. A aquellos que se han quedado en el closet
se les ha puesto la etiqueta de cobardes e incluso de ser falsos, de no
reconocerse y no valorarse si mismos ante las demás personas.
Salir del closet no es algo fácil. Para muchas personas
reconocer abiertamente ante la familia, los amigos, los compañeros de trabajo o
el público en general que se es gay o lesbiana, o trans u otros, les lleva años
de concienzudo cuestionamiento. Algunas personas no le hallan el verdadero
beneficio y se quedan en él. Así mismo también hay personas para quienes es
mejor estar afuera del closet porque les trae beneficios, posibilidades y
privilegios, e incluso se sienten más genuinos y más fieles a sí mismos (ya sea
porque encuentran sus verdaderos amigos, se sienten libres o también conozco el
caso de varias ciudades en Colombia donde para triunfar en las artes hay
que ser gay).