Vi una persona
conocida hoy en la calle. Me puse alerta porque reconocí esos ojos azules y ese
pelo castaño claro. Hace rato que algo así no me pasaba. La sorpresa. Los ojos
me vieron y me recordaron, pero no me reconocieron. No me detuve. Seguí
caminando. Intenté recordar el nombre de esos ojos azules y me di la vuelta.
Esperé a que la cabeza que flotaba por encima de la chaqueta de jean regresara para
saludarme pero no lo hizo.
No importó. Yo
sabía que conocía esos ojos azules.
Seguí caminando al
trabajo. Me sentía emocionado. No tenía muchas razones lógicas para sentirme
así porque mi relación con el dueño de esos ojos azules no es muy extensa. Tal
vez me sentí emocionado por ver un rostro familiar en una ciudad en la que no
deberían estar. Tan solo una vez tuve esos ojos al frente mío, conversando.
Para ser sensato creo que lo que tengo son ganas de sentirme emocionado por
algo: el panorama nacional con el resultado de las elecciones y la nueva
configuración del gobierno me han dejado drenado. Las peleas familiares por los
políticos de turno me sacaron fuertes dolores de cabeza. Quizá yo solo quería
ver una cara nueva, o viejo amigo, una sorpresa.
Saqué mi
teléfono y busqué el contacto del conocido. Lo encontré por su nombre: Jonatan.
Una conversación antigua de WhatsApp salió en la pantalla y le añadí un mensaje
nuevo pero no salió mas de una flechita. Seguro Jonatan no estaba en Colombia,
al que vi era otro. O por lo menos ese no era ya su número de teléfono.
Abrí Google.
Escribí Jonatan y me quedé pensando en que debe haber miles de Jonatans
argentinos en Bogotá, si es que
está en Bogotá, si es que el caminante era él. ¿Qué más pongo en Google que me
arroje una respuesta? Jonatan, argentino, estudiante de cine en Colombia, Buenos
Aires. Nada. Jonatan ¿qué? ¿cuál es su apellido? No lo sé, cuando lo conocí no
le pregunté su apellido. Guardé su nombre como Jonatan Perla, porque ese era el
nombre del lugar en que conversamos.
La primera vez
que hablamos me dijo que tenía hambre. Yo tengo arepas si quieres, le dije. Fui
hasta donde trabajaba y se las entregué. Estuvimos juntos dos horas. Volvimos a
conversar, si, por WhatsApp, pero no lo volví a ver.
¿Cómo
encontrarlo? ¿por qué encontrarlo? No sé, no tengo ninguna razón para nada
últimamente. Porque en navidad me envió un saludo y envió buenos deseos. Tal
vez lo busco por el brillo. Porque cuando lo vi el sol se reflejaba en su cara.
Porque quiero conversar con alguien que no me hable de lo mismo, quiero hablar
con alguien que tenga historias diferentes a las mismas tragedias de estos días.
Escribí en el
buscador de Facebook La perla y le envié un mensaje a quien quiera me pudiera contestar.
Acabo de recibir
una notificación en Facebook. Es una solicitud de amistad.
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