jueves, 23 de julio de 2015

3. Cambiemos de tema


Hace ya un tiempo perdí la fe en el amor. Entendí que sería mas fácil vivir si dejaba de esperar a que las personas me ofrecieran las cosas más básicas para la interacción humana: respeto, consideración, lealtad, sinceridad.
Cuando decidí eso me sentí mas tranquilo. Dejé de cazar personas para amarlas y dejé de sentirme inadecuado: ya no me volví a comparar con el modelo del hombre ideal de montones de candidatos que saludaba o me saludaban por aplicaciones para el teléfono o redes sociales. Las conversaciones incomodas con desconocidos y la desaprobación quedaron atrás.
Al último de mis pretendientes lo enterré en el pasado y no volvimos a cruzar palabra. Ahora, de vez en cuando, disfruto del culposo placer de “stalkearlo” en sus redes sociales y a veces finjo que converso con él mientras camino por la calle.
“Era horrible cuando me hablabas –le repito— porque se sentía el compromiso. No conversabas conmigo porque yo te gustara sino porque estabas acostumbrado a conversar con alguien. Así lo niegues, yo me di cuenta de eso. Luego me enteré por uno de tus twits de que habías vuelto con tu ex. Lo que me molestó no fue que volvieras con él e interrumpieras lo “nuestro” (ese affaire de dos semanas), sino que no me lo dijeras de frente. Eso me demostró que yo no te importaba lo suficiente como para ser amigos.”
Desinstalé todas mis aplicaciones y dejé hablar del asunto.


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