jueves, 19 de marzo de 2015

¿Temor a la friendzone? Te quiero, pero no como amigo

De algunos años para acá la “friendzone” se convirtió en el peor de los terrores. Se popularizaron los memes y las opiniones que apoyaban el punto de que es mejor desaparecer de la vida de quien tanto te gusta, antes que permanecer en el campo minado de la amistad. “Te quiero, pero como amigo” es el trueno que despeja plazas llenas de manifestantes, ahuyenta a las bestias y atemoriza hasta los soldados mas valientes. Pero, ¿es tan horroroso ser amigo de esa persona por la que se siente un gusto particular?
Puedo confesar aquí que he sufrido el rechazo. Han sido varias las ocasiones en que alguien que me gustaba mucho me dejó en un plano que no es el romántico que yo esperaba. Por ejemplo, hace un par de meses me vi involucrado con Miguel, un personaje con quien tuvimos un coqueteo interesante por un par de semanas. Charlábamos seguido y nos encontramos en varias ocasiones para ir por un trago, fuimos a cine e incluso pasé un fin de semana bastante intimo y acalorado en su apartamento. La cosa iba “bien” hasta que todo se enfrió. Miguel dejó de mostrar interés y antes de que él pudiera comenzar a pronunciar las temidas palabras del rechazo, lo condené al ultimo rincón de mis redes sociales.


Este también fue el caso de Camilo, un morenito de barba con quien salí y quien desapareció después de pedirme que nos cuadráramos durante todo un mes. Cuando lo volví a ver logré que aceptara que él había sido responsable de la ruptura y luego fue condenado al olvido antes de que pudiera decir algo. Ese también ha sido el destino de una serie de ex novios y ex parejas, quienes han llegado a ocupar un lugar de prestigio: el cajón de los recuerdos. No están ni en mi presente ni mucho menos en mi teléfono. En este caso jugar a ser su amigo me parecía condenarme a mi a revivir malos recuerdos, falsas expectativas y palabras falsas, vacías e insulsas. Nada chévere y si un suplicio horroso.
También he estado en el otro lado. He conocido hombres maravillosos de quienes simplemente no me he podido enamorar. En 2013 compartí algunas cervezas con un tuitero moreno, joven y simpático en una noche de desparche cuando terminé una relación larga y muy tormentosa. Después del primer encuentro, durante otra conversación, el tuitero me dijo que quería algo en serio conmigo. No tuve mas remedio que recordarle apartes de la conversación que habíamos sostenido días atrás con las cervezas y decirle que desafortunadamente no podía. Se puso en el lugar de víctima y no me volvió a hablar.
Hace poco salí con un vecino, al principio la cosa pintaba interesante y los dos nos gustábamos pero después de un par de salidas para mi dejó de tener potencial de novio. Hablé con él acerca de esto y concluimos que podríamos llegar tener sexo sin compromiso porque él así lo deseaba. El arreglo no funcionó porque cuando nos veíamos y él volvía a pedirme que fuéramos novios. Para mi su encanto no era suficiente para aceptar. Volvimos a conversar y a dejar las cosas claras pero desapareció y no volví a saber de él a pesar de que me rogó que fuéramos amigos y que yo no desapareciera. Mis negativas bastaron para hacerme merecedor del trato del silencio. Si no estábamos enamorados, no seríamos nada.
En estos dos últimos casos, me habría gustado conservar la amistad. En el caso del moreno tuitero, su charla era tan entretenida que una de sus anécdotas se convirtió en el comienzo de una de mis novelas. En el caso del vecino, caminar y compartir con él era algo tan relajante que me hubiera gustado poder volverlo a hacer. Pero entiendo que no es fácil superar el dolor y la frustración que vienen con el rechazo.
No es nada fácil ver que las ilusiones que uno tiene, que las ganas de invertir en algo que pueda proyectarse al futuro sean destrozadas. Eso no es divertido. Lo sentí con Miguel cuando me di cuenta por Twitter que había vuelto con el novio a la semana siguiente de estar conmigo y que no tuvo la cortesía de decírmelo. Aún así seguía actuando tan amable como siempre. También lo sentí con Camilo y con otros pretendientes, quienes, después de que invirtieron tanto tiempo en hacerme sentir enamorado desaparecieron. He sufrido el rechazo y el aburrimiento en carne propia, por eso puedo entender que aquellos personajes que quisieron tener algo conmigo no quieran volverme a ver. estar en la friendzone se siente como la última escala de la escalera del valor humano. Pero cuándo la situación no ha sido negativa y una persona ha sido sincera y respetuosa con los sentimientos de uno ¿es algo tan malo estar en la friendzone?
Varios de mis grandes amigos surgieron de situaciones similares. también he estado en situaciones en las que ni el amor, ni la atracción física alcanzan para mantener un romance y alguien tuvo que poner un pie en la rueda y decir no va mas. Algunas de esas situaciones han terminado con fotos y recuerdos guardados en un cajón y con perfiles bloqueados en Facebook, Twitter e Instagram, pero en otras situaciones esas relaciones iniciales se convirtieron en abrazos vitales y apoyos fundamentales para la vida. Algunos de mis amigos han entrado en mi vida así, y ahora no me imagino la vida sin ellos. Empezamos caminos que se veían diferentes. Aquella empatía sexual luego se convirtió en reconocimiento de unas cualidades y unos valores diferentes a los que vimos al principio. 
Cuando esto sucede tal vez no sea tan malo estar en la zona de la amistad. Estar en la zona en la que tienes un confidente antes que un novio o un amante. En este momento, parece ser que nos hemos acostumbrado a que le echamos a todo lo que se mueve y cuando las cosas no salen de la forma en que queremos nos alejamos. Intentar tener relaciones profundas y significativas ha dejado de ser un objetivo. Nos hemos acostumbrado a rechazar o a ser rechazados y a dejar ir a las personas sin darles una oportunidad. Este es mi caso en muchas oportunidades, sobre todo cuando la gente me ha demostrado que no tiene las agallas necesarias para construir con respeto ninguna relación. Cuando la gente demuestra que no entiende que uno merece respeto y que por ejemplo, es mejor hablar y decir las cosas antes que desaparecer. Ahí no otorgo ningún beneficio de la duda que permita llegar a una amistad. 

Ser amigo de alguien no es algo que surja de la nada. La amistad es algo que se toma tiempo y que necesita cuidarse y nutrirse, pero cuando crece bien y cuando es fuerte te acompaña y te apoya. Por eso creo que a veces vale la pena saltarse la barrera de la friendzone y dar el paso hacia otras escenarios emocionales. Vale la pena en algunas ocasiones y cuando las personas lo ameritan dejar de pensar en el otro como un objeto de deseo y verlo como un ser humano diferente, vulnerable y con cualidades. No se trata tampoco de volverse la mascota de alguien que no te quiso, ni de dejarse pisotear, ni de volverse el mandadero de alguien que sabe que harás cualquier cosa porque en algún momento tuviste sentimientos por el o por ella, sino de construir una relación nueva a partir de un interés mutuo. Así las cosas la friendzone no suena como algo tan malo, suena como el comienzo de algo que tal vez valga la pena.

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